Llevo cuatro días y hoy martes 16 acabo de empezar las clases. En estos cuatro días he estado conociendo la ciudad o por lo menos sus lugares más miticos. El primer día fui al llamado Mercado de la Seda. Un edificio de cinco pisos lleno de puestos dispuesto especialmente para un turista pardillo con cara de haberse bajado del avión hace un rato como yo. Nada más entrar te hueles el percal de lo que te espera por alli. En cada puesto hay una o dos chinas (muy jovenes por lo general) que te asedian y te acosan a base de bien. “Amico, espaniol, guapo”… te agarran del brazo y te meten dentro del puesto sin posibilidad de escape. Claro, que tu, no sabes que hacer con tu sonrisa de tonto y diciendo “no, gracias”. Pero ellas como quien oye llover hasta que ya te empiezas a mosquear ligeramente y le pegas un tirón del brazo para soltarte y huir despavorido. Tu tranquilidad dura unos segundos, en cuanto pasas de otro puesto y la dependienta se percata de que has echado una mirada furtiva a cualquiera de los articulos de su puesto has vuelto a caer en las redes.
Que pena que en la maleta sólo permitan 20 kilos.
Ese mismo día por, la tarde, cambiamos totalmente de registro y nos fuimos a “El Templo del Lama” es una construcción del siglo XVII que fue residencia de Yong Zheng, hijo del Emperador Kang Xi hasta que en 1723, se convirtio en nuevo Emperador. La tradición es que la casa en la que vive el Emperador se convierta en Templo despues de ser investido, así que paso a ser una lamasería (monasterio de monjes budistas tibetanos y mongoles). Estuvo cerrado durante la Revolución Cultural y se salvo de la destrucción para reabrir sus puertas en 1980.
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