lunes, 15 de septiembre de 2008

Llegada a Beijing


Son las 9:00 h. en Beijing (3 de la mañana en España) y el gigantesco Boeing en el que viajo toma pista en el aeropuerto internacional. Nada más bajarte del avión te das cuenta de la huella que han dejado las olimpiadas en la ciudad. Todo en el aeropuerto y de camino al centro hace referencia a los juegos. Carteles gigantes, murales, casetas informativas y jovenes pekineses uniformados te dan una idea de la resaca olímpica en la capital China.


De camino al hotel, en el autobus, comienzas a vislumbrar el aspecto general de la ciudad que denota un mundo de contrastes apabullantes y extraños. Los grises y macizos edificios de pisos típicos de un régimen comunista se alzan junto a modernísimos y alucinantes construcciones y, en medio de todo esto, serpentean amurallados por los bajos de la ciudad los llamados Hutong, que no son ni más ni menos que chabolas y calles estrechas donde reside la gente mas humilde, que no son pocos.

No hace falta entonces adentrarse demasiado en el corazón de Beijing para darte cuenta que es una ciudad en proceso de crecimiento y cambios brutales con una identidad perdida que seguramente tomará forma en los próximos diez años.


Por suerte el clima en septiembre parece que comienza a dar tregua y aunque hace calor y humedad se nota una brisa que refresca un poco el ambiente y la verdad es que en la calle hace una temperatura agradable. La contaminación tampoco parece tan exagerada o por lo menos no se nota demasiado en el ambiente, pensaba que la cosa iba a ser mucho peor. Además, como se acerca la Fiesta del Medio Otoño o Fiesta de la Luna (25 de septiembre) todas las grandes avenidas y muchas calles están repletas de flores…

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