domingo, 5 de octubre de 2008
Prácticas en el hospital
Quizá uno de los acontecimientos más destacados, relevantes y reveladores de mi viaje han sido las visitas a los hospitales de Beijing. Aunque la primera impresión fue bastante negativa, más por el aspecto y la higiene general de las instalaciones que por otra cosa, fue sorprendente ver como trabajan los médicos chinos en su “hábitat natura”.
Lo que más llama la atención es la falta de intimidad. Es difícil encontrar una puerta cerrada o una sala con un solo paciente. Las puertas, cuando las hay, están abiertas de para en par y en cada departamento, ya sea de acupuntura o de tuina, hay varios pacientes que son tratados a la vez por otros tantos doctores. En realidad no deja de ser un reflejo de la ciudad, como el tráfico o las calles de Beijing, el hospital es un caos organizado que sorprendentemente fluye. Tuve la ocasión de estar en varios departamentos, a parte de acupuntura y tuina, estuve en traumatología y en las plantas superiores del hospital donde están los enfermos internos con patologías graves que reciben cuidados diarios. Durante mi visita pude ver como el doctor trataba a un anciano con un ictus (ACV) aplicándole masaje en los tendones y la mano para que recuperar la movilidad.
En el departamento de acupuntura las camillas estaban separadas por pequeñas cortinas y los pacientes iban entrando y saliendo sin cesar. Verlos punturar es increíble, la velocidad y la precisión con que lo hacen es pasmosa. Sorprende también la cantidad de agujas que insertan, había algunos pacientes con más de veinte agujas. Adjunto a la sala de acupuntura había una pequeña habitación con una mesa de escritorio donde hacían los diagnósticos a los pacientes que venían por primera vez. Muchos de los enfermos recibían tratamiento de ventosas y moxibustión, me di cuenta de que se utilizan muchísimo, así como las recetas de hierbas. Pocos eran los pacientes del hospital que se iban de allí sin su prescripción pertinente. En la planta baja de los hospitales estaban las farmacias donde se despachaban todo tipo de hierbas. Los enfermos entregaban sus recetas y los boticarios les mezclaban las hierbas pertinentes entregándoles las formulas magistrales en bolsitas para que se hicieran luego las decocciones desde casa.
En el departamento de tuina la intimidad era nula. No había ni cortinas que separaran las camillas. Todos los doctores y los pacientes (así como los estudiantes que estaban de prácticas) se aglomeraban en las pequeñas salas. Algunos en camilla y otros en silla, eran tratados con diferentes manipulaciones. Cada doctor trabaja de forma diferente y era curioso ver que cada uno tenía su estilo particular. Unos se decantaban por las presiones sostenidas y constantes sobre puntos de acupuntura, otros hacían más hincapié en las técnicas de relajación y otros optaban por los desbloqueos. En este aspecto no tenían mucho reparo en crujir las vértebras del paciente aunque este fuera una señora de ochenta años con síndrome de vértebra cervical y osteoporosis. Durante los tratamientos parecían sufrir las maniobras poco sutiles de los terapeutas pero no escuchaba ni el más mínimo quejido… a eso se llama sufrir en silencio. A veces veías algún gesto de dolor, pero claro, hay que ser muy fuerte para no reaccionar ante la presión con el codo sobre el nervio ciático de un doctor que debía pesar unos 90 kilos.
En resumen, tuve ocasión de ver trabajar a un buen número de médicos chinos y se refuerza el dicho popular en china que dice: “no existen dos médicos tradicionales que traten de la misma forma”… de eso no hay duda. También está comprobado que la medicina tradicional funciona de forma parecida a nuestra seguridad social aquí. Los pasillos están llenos de pacientes esperando su turno y son atendidos en tiempo récord (los masajes no solían superar los 10 o 15 minutos), pero todos se iban a casa con una sonrisa y te comentaban orgullosos sus notables progresos desde que se empezaron a tratar.
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